lunes, 9 de noviembre de 2009

Engendrando el odio

De que se compone un mal dia?. Para Flavio las respuestas llegaron todas juntas. De golpe. Huracan de calamadidades llegando a su lóbrego puerto. Mientras era esposado por el guardia urbano, miraba su retrovisor interno y desgranaba su negra jornada.

Comenzó con el despertador hardcoreando furibundo en sus oidos. Sonido desgarrador que alejó velozmente la tranquilidad de su REM. Por segundos trató de hacer caso omiso a la puta sinfonía del aberno (¡¡ring ring, ring ring, despierta conchetumadre!!). Tan solo imaginar la cara de su fucking boss provocó que se convierta en Lázaro y se reincorpore a la vida. Todavía dormido y legañento se metió a la ducha, murmurando quejas y vulgaridades. Ocasionalemente el mismo butano que eliminó a Silvia Plath, se hace humo y lo deja luchando cuerpo a cuerpo con un vendaval de agua helada. Invierno, frio y rabia se cuela por sus huesos.

La hora avanzaba intransigentemente. Ante la ausencia del gas, el café tuvo que ser tíbio al microondas acompañado de palidas y duras tostadas. Como la muerte misma. El azúcar amargaba con su ausencia. La oscura nicotina, del primer Ducado del día, inundó sus pulmones. Por lo menos quedaban cigarrillos. De pronto su rostro se nubló. ¿Cuando le haría frente al borracho de su vecino?. Fue otra noche más aguantando que ese cretino, esté vomitando sandeces desde su ventana. "Me cago en la puta, en todo. Ratas, sudacas y moros, soy unas ratas. No sois más que mierda ensuciando mi tierra. Os voy a matar a todos". Cuando no declamaba balsfemias rascistas en contra del mundo, era su mujer la que pagaba los platos rotos. Golpes, humillaciones y gritos. "A veces el infierno es un podrido arcoiris y todos sufrimos en diferentes colores. Ya lo encontraré en el ascensor para arrancarle la cabeza", cavilaba Flavio mientras salía de su piso.

El metro, que en Barcelona nunca falla, rompe el status quo y tarda 20 minutos en pasar. La ley de Murphy se revelaba contra su destino. Entregado, llega a la estación de trenes. Aborda el de las 9:17. Inevitablemnte llegará al curro con 18 minutos de retraso. Un gris comienzo de dia que anticipaba la fatigosa jornada que le esperaba.

Al llegar, no es de extrañar que sus compañeros no crean su coartada. Coherente: "le creemos a Flavio o al infalible sistema de transporte metropolitano". Saluda a todo el mundo. Un tupido bosque de hipócritas sonrisas lo recibe. Unas siniestras ganas de talar esas caritas a golpes, invade su mente.

Su jefe ni lo mira. Sabe que la reprimenda, de este ex militar ecuatoriano, llegará tarde o temprano. No caben excusas en su imaginario, Flavio está al tanto y asume el rosario de hostilidades que le aguarda. es una de las muchas desventajas de ser un trabajador ilegal en Barcelona. No poder hacer frente a un cretino déspota como aquel. Acumulando kilos de basura e impotencia en la nevera de su subconciente.

Pedro, su jefe lo tuvo entre ceja y ceja desde un comienzo. Una razón congruente para este odio no existía. Al principio, Flavió no sabía porqué lo había aceptado en el empleo. Con el pasar del tiempo se dió cuenta que el Boss necesitaba de un alma callada para satisfacer al tirano que llevaba dentro. Durante casi un mes no le dió un dia libre. Mientras algunos de la plantilla gozaban de dos dias a la semana. Trabajando doce horas diarias pésimamente remunerdas. "Bueno pues Flavio, ¿no queria trabajar en España?, pues aproveche la oportunidad que le estoy dando", le espetó el dia que el muchacho manifestó su enojo. No comprendía que necesidad tenía Pedro de comportarse así. Ambos venian de la misma parte del mundo. La génesis de sus experiencias como inmigrante era parecida. "Tal vez la vida trató muy mal al jefe, y quiere compartir algo de su miserable mierda conmigo", pensaba para si.

Pronto llegaron los clientes. Un plaza de juegos infantiles, en un dia de fiesta, podía ser un agobiante calvario mental. Flavio Controlaba dos atracciones: un gigantesco elefante inflable y las camas elásticas. Debía repartir su atención a dos bandas, cortar los tiquets, velar por la seguridad de los niños y controlar que todo marche bien. Pese a sonar fácil, era a ratos un stressante hervidero.Vigilar un par de niños no es dificil, claro que poner atención en 29 infantes, saltando de aca para allá, era otra cosa. Las madres charlaban, reían, fumaban; olvidándose a ratos de sus lúdicos retoños.

-Fin del tiempo chicos, fuera por favor- algunos niños, se negaban a abondanar las camas elásticas. Pataletas y gritos, se convertían en el karma de Flavio- señora le puede decir a su hijo que su tiempo se ha acabado.

Trataba de tomárselo con soda. Comprendía que erán niños. Lo que le indignaba y le sulfuraba el alma, era la indiferencia de algunas madres hacía la situación. Era como si el móvíl las hubiese onibulado. Abducidas completamente por la conversación. Tal vez creían que Flavio no solo cortaba los tickets, sino que también era una suerte de niñero. Para colmo, cada vez que ocurría una escena similar, Pedro le espetaba: "Flavio, a usted le falta carácter. No deje que los niños jueguen con usted"

-Pues porque no coge ese manual de psicologia infantil y se lo entuba por el culo jefecito- crudo pensamiento que retumbaba en el interior de su cabeza.

La hora de colación era un oasis de serenidad. Aunque está vez duraría 20 minutos menos. Según el jefe, ya había consumido tiempo debido al retraso. Caminó hasta el bar más cercano y pidió un económico bocadillo de queso con pan tomate. Un agua fría y a seguir la execrable rutina.

El día se hace eterno. Comienzan a aparecer centenares de inquietos menores. Un sábado de fin de mes, puede ser un atronador calvario. Filas y filas de niños esperando su turno. Pareciera que los padres se pusieron de acuerdo para sacar a todos sus hijos a la calle. Cada vez que miraba hacía la caseta del jefe, se encontraba con los escrutadores ojos de Pedro. Buscando cualquier detalle para regañarlo. Llega un momento en que el cansancio mental, fisico y emocional; se alían para combustionar el infierno. Todos los males de Flavio convergiendo en su cabeza. Sintiendo una macabra fatiga que raspaba su mente. Un frio odio empezaba a contaminarlo, a engendrarse en su ser. Rabia contra el mundo, contra su presente, hacia su destino. Un sentimiento verdadero, embriagador y oscuro.

(continuará...)

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